La violencia en México no ha cesado, esto es un hecho. Los asesinatos continúan, las desapariciones forzadas se siguen acumulando, las noticias de ataque o enfrentamientos no se pueden maquillar y la vida de algunos se desmorona poco a poco.
En pleno día de las Madres, un festejo que se considera poco menos que sagrado en México, el Gobierno de la República dio a conocer “el informe federal de datos preliminares en materia de seguridad, correspondiente al periodo del 1 al 30 de abril de 2013”.
Este informe, elaborados por el Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia (CENAPI) de la Procuraduría General de la República y el Centro Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Publica, recaba información estadística acerca de cómo evoluciona la violencia a partir de hechos precisos.
De esta forma, se registraron 1,047 homicidios dolosos, “de éstos, 991 son personas presuntamente responsables de hechos ilícitos vinculados a averiguación previa, 39 servidores públicos caídos en el cumplimiento de su deber y 17 personas presumiblemente ajenas a los hechos”, señala el informe.
También explica que se reportan 210 casos de “personas que resultaron lesionadas por enfrentamientos y agresiones relacionadas a delitos federales, de los cuales 99 son personas presuntamente responsables de hechos ilícitos vinculados a averiguación previa, 49 servidores públicos y 62 personas presumiblemente ajenas a los hechos”.
Aunque la tasa de homicidios ha disminuido en lo que va de esta administración -se registran 5,296 con respecto a los 6,432 de los últimos cinco meses del gobierno anterior- esto no es ningún avance significativo en materia de seguridad y justicia en México.
Estos son los números de forma general. Son las estadísticas con las que se pueden preestablecer marcos y tendencias de cómo se comporta la violencia. Pero ese mismo día, en las calles de la Ciudad de México, estos números abstractos y fríos tomaron una dimensión mayor cuando las madres de hijos desaparecidos mostraron sus retratos, sus vidas y sus angustias.
Estas madres ya se olvidaron de recibir regalos, de las comidas y los festejos. Salieron a las calles a hacer visible una afrenta que las ha dañado doblemente durante todos los días de búsqueda y desesperación: la insensibilidad y corrupción de las autoridades encargadas de investigar sus casos.
Puede ser que algunas de las desapariciones de los y las hijas de estas madres no estén relacionadas con el crimen organizado, sin embargo, la actitud asumida por las autoridades (MP, agentes de investigación, policías estatales y federales, etc.) se ha limitado a emitir juicios de los hechos antes de investigar.
“Que si se fue con el novio”; “que si le gustó el dinero fácil y por eso se fue”; “que si ya lo buscaron bien” (no vaya a estar debajo de las sábanas como el famosísimo caso de una niña en el Edo. Mex.); “que luego va a regresar con unos nietecitos pa’ usted”; todas estas frases son el discurso profesional de las autoridades que sin duda, realizan de forma excelente su trabajo.
Esto es el contraste humano de los números. Se pueden contabilizar, analizar y estructurar gráficos y tendencias a partir de números y cifras, pero no se puede negar ni esconder el dolor, sufrimiento y rabia que seguramente viven los familiares de personas muertas o desaparecidas que conforman el amplísimo universo de los “daños colaterales”.
Hay que olvidarnos de la famosa frase “de que si los mataron tuvo que ser por algo”. Hay que entender que algún día, cualquiera de nosotros puede quedar expuesto a los riesgos que imperan en las calles de México. Entonces y solo entonces, nos daremos cuenta de la realidad.
Los números tienen fama de ser “fríos y objetivos”. Pero ahora las autoridades judiciales tienen fama, además de corruptas e ineptas –esto solo en algunos casos y perdón por generalizar-, de ser insensibles y anti humanas.
Llevamos años escuchando de secuestros, de asesinatos, de extorsiones, de desapariciones, de injusticias y las cosas no mejoran. No hay autoridades más profesionales, las investigaciones no siguen su curso normal y ahora hasta esperan que sean los propios familiares de las víctimas los que tienen que investigar, buscar sospechosos, seguir pistas y aportar pruebas, para que los encargados oficiales puedan “hacer su trabajo”.
Y si no, nada más hay que acordarse del caso Miranda de Wallace o de Marisela Escobedo o de Javier Sicilia, etc., etc., etc. Es decir, la justicia abandona a la sociedad en casos como estos y es la iniciativa personal o grupal la que logra algún avance.
Es muy grave la violencia que se vive en México, pero es doblemente dañina cuando no hay autoridades, instituciones y voluntades para resarcir en parte los daños provocados. Los números se van a seguir acumulando, pero esto va a ocasionar más víctimas o “daños colaterales” que de alguna u otra forma necesitan justicia…. México necesita urgentemente justicia.
La violencia en México no ha cesado, esto es un hecho. Los asesinatos continúan, las desapariciones forzadas se siguen acumulando, las noticias de ataque o enfrentamientos no se pueden maquillar y la vida de algunos se desmorona poco a poco. 
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