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6 Diciembre 2011
La violencia contra las mujeres es un tema muy recurrente en algunos municipios del estado de Hidalgo. Según el DIF de Tulancingo, este es una de las localidades en donde las mujeres sufren mayor número de vejaciones y ataques de todo tipo, ya que “seis de cada 10 refieren haber sido víctimas de una agresión”.
Por tal motivo, se puso en marcha un refugio en esta misma localidad en donde las mujeres pueden acudir a pedir ayuda e incluso pasar algunos días en este sitio que les ofrece seguridad, comida y atención médica y psicológica. Este último aspecto es fundamental para que las víctimas puedan dimensionar el problema, aceptarlo y sobre todo, superar las consecuencias que producen en la persona agredida.
Porque más allá de las heridas físicas que causan los golpes, hay heridas mucho más profundas y peligrosas que no dejan huellas pero que incluso pueden poner en peligro la vida de las mujeres, debido a los trastornos psicológicos y emocionales que provocan los ataques constantes y repetitivos.
Y es que no hay que olvidar que la violencia no es solamente física; es decir, los golpes, empujones, pellizcos o jaloneos. También se denomina violencia a las agresiones de tipo sexual; a los insultos verbales que buscan denigrar a las personas y las acciones que buscan limitar materialmente y/o económicamente la vida de la pareja.
La clave para detener estas agresiones está en la información y en la educación. Por eso son tan importantes las campañas realizadas por instituciones del gobierno u organizaciones civiles en donde se busca ofrecer todas las herramientas necesarias para que las mujeres –o los hombres en algunos casos- puedan superar el miedo que produce su agresor, para poder denunciar y buscar ayuda profesional a favor de su seguridad personal y familiar.
Pero la tarea no es fácil, ya que la desigualdad en la pareja ha sido una constante en las costumbres y tradiciones de la sociedad mexicana. Todavía hoy, con el acceso a la tecnología, información y oportunidades de desarrollo que se han abierto para las mujeres –en ambientes urbanos primordialmente- todavía está muy arraigado en el “inconciente” la figura de poder que representa el esposo o la pareja en el hogar.
Si esto lo trasladamos a comunidades rurales, en donde las mujeres tienen muy poco -a casi nada- de acceso a la información y a la educación, el problema se recrudece y se transforma en un modelo de vida difícil de cambiar…Pero las agresiones existen e incluso pueden llegar al extremo de convertirse en feminicidios.
(Columna semanal del Periódico Síntesis)